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Por Carla Erika Ureña, *Licenciada en Derecho, especialista en Derecho Fiscal. Promotora de la Cultura de la Legalidad y el poder de los ciudadanos. Miembro del Consejo Ejecutivo de UNE México.
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Las resistencias a reconocer plenos derechos a la mujer en todas las esferas de la vida política, social, económica y cultural han sido constantes en la historia del México contemporáneo. A 106 años de la promulgación de la actual Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, las mujeres hemos sido entes políticos con ejercicio pleno de derechos por los últimos 69 años, cuando se reformó el artículo 34 Constitucional que reconoció finalmente a más de la mitad de la población mexicana como ciudadanas. Esta Reforma fue el resultado de diversos y tenaces movimientos femeninos por el reconocimiento de derechos laborales, económicos y educativos que forzosamente debían generarse desde el reconocimiento de la potestad individual para elegir en cada mujer, cuya máxima expresión se materializaba en la emisión del voto en las contiendas electorales que tuvieran lugar. Las mujeres veían en el acto de votar su reivindicación; la deuda histórica que la Revolución había contraído con ellas quedaba finalmente saldada con el derecho que, se pensaba, abría definitivamente el camino para todas en términos de igualdad con los hombres.

Sin embargo, en pleno 2023, la anhelada paridad que esa igualdad debía garantizar ha debido convertirse en una herramienta de criterio obligatoria a los partidos políticos a fin de que las mujeres tengan acceso a posiciones de poder que de otra manera seguirían siendo destinadas casi exclusivamente a los varones. Y en el sexenio del presidente que sistemáticamente ha ido mermando políticas y programas públicos creados específicamente para que las mujeres disfruten de independencia y autonomía, la posibilidad de ejercer el derecho a ser votada y a votar por una mujer corre el riesgo inminente de ser reducida dramáticamente por el paquete de reformas a diversas leyes relacionadas con lo electoral conocido popularmente como “Plan B”, que deja el criterio de paridad 50/50 para designación de nombramientos y candidaturas a la aplicación discrecional de los partidos.

Por otro lado, el Plan B niega también la posibilidad de cancelar candidaturas a deudores alimentarios o que han ejercido violencia familiar o violencia sexual en contra de las mujeres, medidas que han sido declaradas constitucionales por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), y reconocidas como “el 3 de 3 contra la violencia”.

Como cada año, las mujeres tenemos una cita colectiva con nuestra historia el próximo miércoles 8 de marzo. Pero este año, a nuestras extraordinarias circunstancias de riesgo en términos de seguridad pública y privada, se suma el riesgo del fomento a la violencia desde las disposiciones electorales y la disminución de nuestros derechos políticos.

Irónicamente, el mismo día que la Sala Superior del Tribunal Electoral de la Federación determinó que la próxima presidencia del INE estará a cargo de una mujer.

El grupo parlamentario del partido en el poder en el Senado aprobó el Plan B que amenaza los derechos políticos de la mitad de la población mexicana. Ante tal circunstancia de evidente gravedad, las mujeres de hoy, como las mujeres de la primera mitad del México del siglo XX hemos de tomar el zócalo este domingo 26 de febrero en la Ciudad de México y en todas las plazas señaladas en las más de 80 ciudades que se han unido a esta manifestación, en defensa de nuestro derecho a votar, a ser votadas, y a que nuestros agresores no puedan escudarse en el fuero para evadir las consecuencias de su violencia. Alzaremos nuestra voz valiente y decidida para dejar claro a los ministros de nuestro Máximo Tribunal que nuestra libertad y nuestra seguridad no se toca.. De paso, acuerpémos a la primera mujer que preside la Corte, ante los embates que ha sufrido desde el poder Ejecutivo por la defensa de la independencia judicial , que tan necesaria nos resulta a todas en esta hora.

Por ellas, las que vinieron; por nosotras, nuestras luchas y nuestras conquistas; por las que vienen, nuestras hijas, nuestras nietas, sumemos millones de voces en una sola pero firme exigencia: MI VOTO, ¡NO SE TOCA!

@CarlaEUrenaA

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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