Recuerdos de carbón

Mi abuelo no murió en las minas, pero pasó sus últimos años con una salud muy precaria, sin pensión, y finalmente falleció por cáncer en los pulmones.

Recuerdos de carbón
Elena Estavillo

Mi abuelo fue minero en la zona carbonífera de Coahuila.

La familia se movía a donde hubiera trabajo. Por eso a mi papá le tocó nacer en Nueva Rosita y vivió en Monclova y en Sabinas. Los cuentos de mi niñez están poblados de anécdotas de Múzquiz, Barroterán, Piedras Negras, Palaú.

Mi papá nos hablaba mucho de la dura vida que le tocó a mi abuelo, de las condiciones tan difíciles y peligrosas que soportaban los mineros y sobre la lucha que emprendió por mejorarlas, lo que le llevó a enfrentar intentos de asesinato –que afortunadamente sobrevivió–, hasta quedar finalmente proscrito de cualquier posibilidad de empleo en el estado, ante lo cual sus hijos tuvieron que salir al paso para sostener a la familia.

Esas intensas vivencias en su infancia y juventud llevaron a mi papá a estudiar derecho, con la ilusión de poder un día defender a mi abuelo. La vida hizo que cuando por fin tuvo su título en mano mi abuelo ya había salido por completo de la minería, a la que no volvió nunca más.

Mucho más adelante en el tiempo, mi papá llegó a ser juez y realizó de esa forma el sueño y necesidad de ayudar a construir un mundo más justo.

Mi abuelo no murió en las minas, pero pasó sus últimos años con una salud muy precaria, sin pensión, y finalmente falleció por cáncer en los pulmones, al igual que sus hermanos y al igual que mi papá.

Desde los años de la infancia de mi papá hasta el día de hoy, la historia de mi familia pasó por grandes cambios gracias a la educación, mucho trabajo, emigración: sí, a la cultura del esfuerzo cuando se encuentra con oportunidades de movilidad social bien aprovechadas. Las perspectivas de nosotras, nietas y nietos, fueron diametralmente otras.

No obstante esa lejanía, de la que estoy consciente, cada vez que hay un nuevo accidente en las minas de carbón siento una tristeza particular; se hace presente un hilo invisible que me conecta a mi niñez, a las fotografías descoloridas de mi papá y sus hermanos.

En el fondo de mi corazón puedo verlos cuando niños, debiendo enfrentar preocupaciones de adultos, parados afuera de la mina esperando ver a mi abuelo salir de la oscuridad de la tierra. Puedo sentir el sobresalto ante una sirena o el llamado después del accidente. Los imagino escuchando conversaciones alarmantes que no les dejaban dormir y que no debieron empañar su infancia.

Mis abuelos, mi papá, mi mamá, mis tíos encontraron nuevas realidades para nosotras. Dejaron atrás el carbón y las minas, que se convirtieron sólo en viejas historias escondidas en mis recuerdos.

Pero las minas siguen ahí. El carbón, el peligro, el abandono, la explotación, la muerte, siguen allí. Después de tantos años, nada ha cambiado. Otras hijas e hijos de alguien ocupan los espacios de mis tíos. En el lugar de mi abuelo, nuevas carboneras y carboneros se entregan a esos pozos de los que no saben si volverán.

Ahora hay leyes, normas y procesos que antes no existían y que podrían reescribir la realidad si se aplicaran. Sensores, mediciones, sistemas y equipos que disminuirían el riesgo que enfrentan los mineros. Instituciones y autoridades que podrían establecer condiciones éticas para la compra de carbón. ¿Hasta cuándo las vidas de los mineros seguirán al final de las prioridades?

@elenaestavillo

Elena Estavillo es economista especializada en competencia, regulación, ecosistema digital y género. Directora general del Centro-i para la Sociedad del Futuro. Gender Trendsetter de WSIS-Unión Internacional de Telecomunicaciones. Socia de IWF, presidenta de CONECTADAS y excomisionada del IFT.


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