Nadar

Cada quien vive y conoce sus propios procesos y oportunidades y reconocernos es vital.

Nadar
Frida Mendoza

Por Frida Mendoza
audio-thumbnail
🎧 Audiocolumna
0:00
/240.72

Hace un año exactamente, cuando veía mi vela de cumpleaños 30 y cumplía con uno de mis tantos clichés -ver la película “Quisiera tener 30” con mi mejor amiga- me propuse ahora sí cumplir en aprender esas tres actividades que aparentemente todo mundo puede pero yo no: nadar, andar en bici y manejar. Puro movimiento me faltaba.

¿Sería cierto que todo mundo sabía nadar menos yo? Nací en la Ciudad de México, una capital sin costas, así que fui de las chilangas que no conoció el mar de niña y no tuve oportunidad de tomar clases antes, por lo que estaba dentro de los más de 4 mil millones de personas que se estima no saben nadar en el mundo ¿vaya dato y manera de refutar mi creencia de que todxs sabían, no?

Para hablar de “mi historia con el agua” basta con contar que a 18 años me ahogué sin querer en una alberca de Cuernavaca y nunca me imaginé que ese momento detonaría una presión terrible en el pecho y me sentiría ansiosa todo el tiempo que permaneciera dentro de una alberca o el mar.

Después de notar la ansiedad, si soy sincera, di por hecho que no nadaba, no sabía y no lo iba a hacer. Pero la vida, los últimos párrafos de “El invencible verano de Liliana” donde Cristina Rivera Garza hablaba sobre nadar, hablar con mi psicóloga y luego enterarme que existían clases de natación para “adultos con miedo” dejaron en mí la idea de “quiero aprender a nadar”.

Compré mis goggles, mi gorra y tenía el teléfono del maestro. Bastaba llamar pero los meses, la desidia y, sí, el miedo lo aplazaron y no fue hasta junio de este año que en un arranque mandé ese mensaje de whats.

Han pasado seis meses desde la primera vez que entré al deportivo con una lona grande de “clases de natación para adultos con miedo o pánico” y la próxima vez que entre a la alberca tendré 31. Suena bastante ceremonioso esto pero me resulta increíble y me da orgullo y emoción recordar ese momento en que me animé a sumergirme en mi propia incertidumbre y aprendí a coordinar, mecanizar movimientos, soltarme en el agua y tener la condición suficiente. 

¿Por qué cuando somos adultxs pensamos que ya no hay oportunidad para atrevernos a ciertas cosas? ¿Por qué hablar y compartir nuestra cotidianidad puede parecer mundano?

Tengo claro que ha sido un proceso muy largo de subidas y bajadas donde de inicio me paralizaba de nervios y del pensamiento de “me voy a ahogar” en el que brazada a brazada he podido contener y tomarlo como un momento de relajación. También ha sido un proceso en el que cuento con más de una hora donde no voy a mirar el celular, donde me desconecto de todxs y de todo excepto de mi cuerpo, y qué cosa tan maravillosa ha sido eso, sentir mi cuerpo, combatir el estrés que el mundo, el periodismo y la vida misma pueden traer.

Reconocer los movimientos, ver mis errores en ciertos ejercicios y focalizarme para evitar que eso me hunda ha sido terapéutico, sanador e incluso ha logrado que por primera vez haga un deporte por gusto y no como una meta para bajar de peso ni nada de ese tipo. 

Comparto en mi cumpleaños esta reflexión desde la alegría, desde un miedo que ahora se mantiene a raya y desde un conocimiento de mí misma, porque ha sido sin duda un año sumamente difícil en muchos aspectos pero también uno de los que más he disfrutado de la mano de las personas que amo, de las que aprendo y con las que comparto espacios día con día. Nadar se ha vuelto una de mis nuevas rutinas y sin querer en mi tema de conversación, ya puedo articular la oración “ya sé nadar” y no sentirla como una mentira. 

¿Me falta mucho por pulir? Claro, pero reconozco hoy en mí una nueva habilidad que me enorgullece y que aunque en esta ocasión no es una columna que aporte datos o cifras, es necesario a veces compartir experiencias para que otrxs que tal vez viven lo mismo no se sientan solxs.

Y sé bien que esta experiencia -diría Mitski: “mía y de nadie más”- es solo eso, no un comercial para forzar a otras personas a realizar determinada actividad. Cada quien vive y conoce sus propios procesos y oportunidades y reconocernos es vital. Démonos chance, mucho chance.

PD: Todavía no sé manejar ni andar en bici, a ver para cuándo me animo.

✍🏻
@FridaMendoza_

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Más de 150 opiniones a través de 100 columnistas te esperan por menos de un libro al mes.