Mujer, vida, libertad

No se puede ignorar el impacto de las activistas de los movimientos de mujeres en todo el mundo e incluso se puede ver una conexión cercana entre sí.

Mujer, vida, libertad
Ryma Sheermohammadi

Por Ryma Sheermohammadi
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Durante el último año, hemos sido testigos de protestas sin precedentes en la historia de las luchas sociales y políticas de Irán cuyo lema era "Mujer, vida, libertad". Un movimiento definido por los iraníes como revuelta femenina y como tal, no se había visto en la historia de las luchas populares en todo el mundo. Desde los primeros días de este levantamiento muchos sociólogos empezaron a analizarlo intentado comprender su razón y cómo se ha desarrollado en este período de tiempo. ¿Por qué esta revuelta social se formó como resultado de la violencia ejercida por parte del gobierno hacia una mujer? ¿Fue el asesinato gubernamental de Zhina (Mahsa) Aminí simplemente un suceso más, como muchas otras violaciones grandes y pequeñas perpetradas por el gobierno, o será que esta llevó al límite la paciencia de los iraníes hasta que se encendió una revuelta nacional? Esta pregunta ha sido respondida muchas veces, pero tal vez para las mujeres que han soportado las discriminaciones orquestadas por el régimen islámico de Irán sea más fácil comprender por qué se encendió esta revuelta "tras el asesinato de Zhina", afectando su vida tanto en el ámbito privado como el público.

Muchos iraníes coinciden que este movimiento social no se encendió solo por el asesinato de Zhina (Mahsa) Aminí. En las últimas décadas, a pesar de la opresión estructural sobre muchas personas, hemos sido testigos de cómo el espacio para las mujeres se ha vuelto más restringido en muchos aspectos de sus vidas y experiencias cotidianas. Se han aprobado muchas leyes en contra de los derechos fundamentales de las mujeres, como el control sobre sus cuerpos, el velo obligatorio, los matrimonios infantiles, crímenes de honor y la vulneración de sus derechos sexuales y reproductivos. Las mujeres han sido expulsadas cada vez más del ámbito laboral y se les ha conducido a trabajos informales e incluso ficticios, especialmente durante el difícil período de la pandemia de COVID-19, muchas mujeres se convirtieron en enfermeras y maestras a tiempo completo sin remuneración en sus hogares. Además, en los últimos años, hemos sido testigos de la represión ejercida por parte de las fuerzas de seguridad y los ataques arbitrarios llevadas a cabo por parte de la organización que vela por la moralidad y la castidad en el país con el fin de expulsar a las mujeres de los espacios públicos. Hemos visto a una mujer ser arrojada fuera de un vehículo en marcha de la policía moral, a una madre persiguiendo a los agentes de ese cuerpo policial tras haber detenido a su hija suplicándoles, con el grito “mi hija tiene cáncer” y, finalmente, el arresto y las confesiones forzadas de la joven Sepideh Rashano tras su protesta a una funcionaria del gobierno que le graba por no llevar el velo, con un rostro amoratado en la televisión de la República Islámica en julio de 2022. En palabras del gran maestro y erudito iraní ‘Abdu’l-Bahá, hijo del profeta fundador de la religión Bahá’í: “El mundo de la humanidad tiene dos alas: una es la mujer y la otra es el hombre. Hasta que ambas alas no se hayan desarrollado igualmente, el pájaro no podrá volar. Si un ala permanece débil, el vuelo es imposible. Hasta que el mundo de la mujer no llegue a ser igual al mundo del hombre en la adquisición de virtudes y perfecciones, no se alcanzarán el éxito y la prosperidad como debieran ser.”

Estos sucesos y otros, especialmente los sufridos por las mujeres jóvenes, han preparado el terreno para que de una vez por todas, den forma a una protesta nacional contra el velo obligatorio en lo particular y luchar por el derecho a determinar su propia vida en lo general. A lo largo de estos años, han habido numerosas protestas de mujeres y muchos predecían que la próxima revolución sería una revolución femenina. Aunque no se puede predecir una revolución o su origen, sin embargo, la ampliación de la brecha de género en diversos aspectos de la vida de las mujeres y, por otro lado, sus intentos en la lucha diaria personal y colectiva por cambiar su situación cada vez más opresiva, ha fortalecido la noción de una "revolución femenina". En las últimas dos décadas, las activistas, en su empeño ya sea de manera individual o colectiva, mantuvieron la llama del movimiento de mujeres en Irán, que con todas sus demandas, métodos de acción y discursos construidos, aun con sus altibajos, nunca han dejado de informar y protestar. Por otro lado, no se puede ignorar el impacto de las activistas de los movimientos de mujeres en todo el mundo e incluso se puede ver una conexión cercana entre sí. En todos los años pasados, hemos sido testigos de cómo los retos que afrontan las mujeres se han vuelto más visibles, gracias al activismo, como por ejemplo, el caso de la toma de poder de los talibanes en Afganistán, en donde fueron las valientes mujeres afganas las que salieron a protestar, o la lucha de las mujeres en Chile, Irlanda y Argentina por el derecho al aborto, que coincidió con las presiones que se ejercían en Irán para restringir los derechos sobre el cuerpo de las mujeres. Desde esta perspectiva, tal vez si Mahsa Aminí hubiera sido asesinada hace diez años, el movimiento “Mujer, vida, libertad” no habría tenido éxito.

Si reconocemos la naturaleza contraria al patriarcado y defensora de los valores de los derechos humanos de este movimiento en formación, entonces podremos comprender la profunda influencia de este movimiento en el futuro de la sociedad iraní y de toda la región. El Islam político surgió en la década de 1940 y su objetivo declarado era el "revivir islámico" o el retorno a los valores y rituales de los primeros días del Islam. El discurso de este movimiento se centraba en regresar al pasado en lugar de construir el futuro a través de una revolución social. Solo con el establecimiento del sistema de la República Islámica en Irán después de la Revolución de 1979, el Islam político se volvió "revolucionario". El ascenso al poder de los clérigos en Irán se convirtió en una fuente de inspiración para la Revolución Islámica tanto entre los suníes como entre los chiíes en el Medio Oriente y el norte de África. De esta manera, el Islam político se renovó al adoptar el término "revolución" y presentó el "revivir islámico" como un movimiento revolucionario destinado a establecer un nuevo orden basado en el pasado islámico. Con base en esta interpretación de la revolución, el "revivir islámico" no se alinea con una revolución que implica cambios o avances, sino con una regresión o retorno al pasado. En ninguna parte de la cultura islámica se encuentra el concepto de "revolución", ya que poner a prueba todo con leyes inmutables no es compatible con la aceptación del gobierno del pueblo en la creación de leyes ni con la necesidad de cambiar las leyes de acuerdo con las transformaciones de la vida material y social diaria de las personas.

El signo distintivo de este orden es la "castidad y el velo islámico" o el control absoluto de los hombres sobre las mujeres en virtud de las leyes divinas del Corán. Un movimiento que desafió el dominio político islámico con el lema "Mujer, vida, libertad" en protesta por el asesinato de una joven por el hecho de que la autoridad policial interpretó su vestimenta como falta de moral. Es por esta razón que se puede afirmar que esta revuelta ha sacudido los cimientos del sistema de la República Islámica y ha iniciado por primera vez en todo el Medio Oriente una revolución anti-clerical y anti-tiranía con el objetivo de establecer laicidad. La recuperación del concepto de revolución en el sentido de la renovación de la sociedad sobre la base de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres ahora está claramente en conflicto con el "revivir islámico". La campana de la muerte del Islam político ha sonado desde Yemen hasta el resto del Medio Oriente y el norte de África debido al movimiento de las mujeres en Irán. A pesar de su oposición al régimen iraní en muchos aspectos, los líderes de los países del Medio Oriente han guardado silencio ante la furia de los jóvenes iraníes contra la represión violenta del régimen. La razón de este silencio no es el principio de no intervención en los asuntos internos de otros países. Más bien, una década después de la "Primavera Árabe", los líderes de los países del Medio Oriente temen que el lema mundial de "Mujer, vida, libertad" que resonó en las calles de Irán se repita por parte de la gente en otros países del Medio Oriente que insisten en continuar con su política autocrática de represión, encarcelamiento y violación de los derechos y la dignidad humana.

En las sociedades patriarcales de los países del Medio Oriente, muchos hombres se consideran no sólo jefes de familia, sino también dueños de las mujeres, y esta creencia tiene sus raíces en tradiciones y leyes discriminatorias tanto legales como religiosas. En estos países, las estadísticas de comportamientos misóginos y violencia contra las mujeres son muy altas, y los derechos humanos de las mujeres son completamente explotados y reprimidos por las leyes de estas tierras. Además, las leyes desiguales y discriminatorias basadas en la ley islámica en áreas como la herencia de las mujeres, la falta de derecho al divorcio para las mujeres, la aceptación de la poligamia para los hombres, la falta de derecho a la custodia de los hijos y similares, han creado condiciones en las que las mujeres se han convertido prácticamente en ciudadanas de segunda clase en estos países. En general, la paz, el progreso y el desarrollo de las sociedades dependen de la participación de todas las personas, tanto hombres como mujeres, en todos los asuntos. Las mujeres deben tener igualdad de derechos y estar libres de toda discriminación en cualquier sociedad y deben participar en la promoción de los objetivos de la comunidad, junto con los hombres, en todos los niveles.

En los países democráticos, las mujeres desempeñan un papel clave y significativo en la educación y crianza de las generaciones futuras, preparándolas para construir una sociedad ética y democrática. Además, la presencia de las mujeres en diversas actividades sociales, económicas, políticas y culturales, así como su participación activa en el mercado laboral, es un factor principal para el progreso y desarrollo económico de estas sociedades. La formación de estructuras democráticas basadas en los principios de los derechos humanos es la medida más importante para establecer la paz, la igualdad y la democracia, y es el primer paso hacia la revitalización y promoción de los derechos de las mujeres y la mejora de su posición social. Sin embargo, la lucha y el esfuerzo de las mujeres en esta región por obtener derechos iguales a los hombres y lograr la justicia social continuarán, para que estas sociedades sean libres de violencia y discriminación y sean lugares de paz para ellas y sus hijos. El dominio del hombre sobre la mujer es otra forma de opresión, por lo tanto, si las mujeres no son libres, la sociedad no puede ser libre. Lamentablemente, la única vía para liberar a la sociedad de un dominio patriarcal y machista desproporcionado es una revolución feminista radical que cambie esta limitada perspectiva acerca del hombre y la sociedad.

La igualdad de género es uno de los principios básicos de los derechos humanos y una condición necesaria y fundamental para el desarrollo y la paz. Sin la participación de las mujeres y su plena inclusión en los procesos formales e informales que conducen a la justicia y la prosperidad, no se logrará una paz sostenible.

Las mujeres han estado activas desde hace mucho tiempo en las iniciativas locales, nacionales e internacionales para la promoción y la realización de la paz y el desarme. Las mujeres siempre han estado en la primera fila para pedir la eliminación de armas de destrucción masiva y han participado en programas de recolección de armas. Las madres se han reunido durante las guerras para mantenerse informadas sobre el destino de sus hijos o para evitar su servicio militar obligatorio o su participación en la guerra. La mayoría de los movimientos pacifistas en todo el mundo son organizados y liderados por mujeres.

La paz y la estabilidad en la región, ya sea de Gaza, Israel o Afganistán, y en el Medio Oriente en general, no serán posibles sin el reconocimiento de los derechos de las mujeres y su participación en el proceso de paz. La paz está intrínsecamente vinculada a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

*Ryma Sheermohammadi es traductora, conferencista y divulgadora cultural. Iraní- española. Ha trabajado como intérprete para Naciones Unidas, la Unión Europea, y las oficinas presidenciales de más de 15 países del mundo. Es traductora para el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. A través de su trabajo con personalidades del ámbito político, social y cultural como la Nobel de Paz Shirin Ebadi, los directores Kiarostami y autores como Nafisi ha combinado el activismo social con su faceta como divulgadora sobre temas relacionados con Irán y la situación de los derechos humanos, en especial los derechos de la mujer. Lleva más de 20 años trabajando con activistas iraníes en distintos proyectos relacionados con la libertad de expresión así como la defensa de los derechos de las minoría religiosa más grande de Irán (los bahá’ís) y los derechos de la mujer. Ha colaborado con medios de comunicación en España, México, Ecuador y Colombia. Ha co-traducido la poesía de Mahvash Sabet, Poemas Enjaulados (publicada por Pre-Textos) y poesía de Abbas Kiarostami en El vent se m’endurà de la editorial Karwán. Premio Valor 2022 de la Comunidad de Madrid. Una de las 153 mujeres homenajeadas por el ayuntamiento de Barcelona en el proyecto de Mapa Metro Barcelona ciudad de mujeres 2023. Recibió, en nombre de las Mujeres Iraníes, el premio especial de Women Action Sustainbility.

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@Rsheermohammadi

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