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Por Kelly Méndez

Durante más de cuatro décadas, el uso obligatorio del hiyab en Irán ha sido una de las señales más visibles y polémicas del control estatal sobre el cuerpo femenino. Desde la Revolución Islámica de 1979, no solo se impuso como un mandato religioso, sino también como un instrumento político para definir el lugar de la mujer en la sociedad. El reciente anuncio del Consejo de Seguridad Nacional iraní de suspender la aplicación estricta de esta norma en ciertos espacios públicos ha encendido un debate intenso y complejo tanto dentro del país como en el escenario internacional.

El 1 de junio de 2025, se confirmó que el gobierno dejaría de perseguir activamente a las mujeres que decidan no usar el hiyab en determinadas áreas, una medida que, aunque simbólica, representa un giro inesperado tras años de endurecimiento de las sanciones relacionadas con su uso. En 2024, se aprobó una legislación más estricta que establecía multas, restricciones en el acceso a servicios públicos y hasta penas de prisión para quienes reincidieran en no cumplir con esta norma. Este contexto genera incertidumbre sobre la verdadera voluntad del régimen y la naturaleza del cambio anunciado: ¿se trata de un avance real hacia la libertad, o de un espejismo político para calmar las tensiones internas y la presión internacional?

Para entender la importancia de esta medida, es necesario contextualizar el significado del hiyab en Irán. Más allá de ser una prenda, el hiyab se ha convertido en un símbolo de autoridad estatal y un mecanismo de control social. Desde la juventud, las niñas y mujeres iraníes han vivido bajo la amenaza constante de multas, detenciones y violencia por no cumplir con el código impuesto. Sin embargo, para muchas, el hiyab también representa un acto de fe y una elección personal, un elemento que forma parte de su identidad religiosa y cultural. La cuestión fundamental, por tanto, es la libertad para decidir: usarlo o no debe ser un derecho, no una obligación.

El debate se intensificó en septiembre de 2022, con la trágica muerte de Jina Mahsa Amini, una joven kurda iraní detenida por la “policía del hiyab” bajo la acusación de llevarlo de manera incorrecta. Su fallecimiento conmocionó a Irán y al mundo, detonando protestas masivas que recorrieron ciudades y pueblos durante meses. La frase “Mujer, vida, libertad” se convirtió en un grito de resistencia que trascendió fronteras y unió a activistas de todo el planeta. Este movimiento puso de manifiesto cómo el control sobre el cuerpo femenino es, en realidad, un reflejo de estructuras políticas autoritarias que buscan limitar la autonomía individual y silenciar voces críticas.

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