Por Laura Coronado Contreras*
El famoso meme de “amiga, date cuenta” es sólo una muestra de que, en muchas ocasiones, nuestras vidas pueden resumirse en un post. Somos una generación acostumbrada a compartir de todo, incluso, en muchas ocasiones nuestros errores románticos más vergonzosos (#epicfails) y que, ahora, usamos como paño de lágrimas y catarsis a las redes sociales. Publicaciones como “¿Qué es lo más migajero que has hecho?”, “Acompáñame a ver mi triste historia de migajera”, o incluso, comentarios de “Señales de una persona migajera” llevan meses en todas las plataformas digitales.
Una sociedad que nos invita a la respuesta rápida, la comunicación instantánea, la multiplicidad de tareas, irónicamente también puede fomentar el “breadcrumbing”, es decir, la práctica de ser ambiguos, coquetos y hasta manipuladores con tal de “dejar una velita encendida”. Todas en algún momento hemos tenido a “esa amiga que no se da cuenta” o desgraciadamente hemos sido ella. Da igual si es una pareja actual, un ex, tus hijos o nietos, se trata de aquellas personas que se conforman con las muestras más mínimas de amor o un poco de interés para sentirse incluidas, deseadas o queridas sin exigir el mínimo respeto a cambio. Y, en contrapartida, de personas que desean ser aduladas, no resisten la soledad, son inmunes al compromiso pero no sienten que sea grave jugar con las emociones de los demás. ¿Es un favor maicear al gallinero?
Las causas pueden ser muchas, muy variadas y no excluyentes entre sí. Por ello, podemos hablar de baja autoestima, normalización de relaciones inequitativas, la ausencia de límites, codependencia, miedo a la soledad, relaciones anteriores fallidas o la esperanza de una relación que, ahora no funciona del todo pero que funcionará.
¿Somos migajeras? ¿La vida nos hizo? ¿No sólo de pan vive el hombre y de migajas las mujeres? ¿Los hombres también son migajeros?
SUSCRÍBETE PARA LEER LA COLUMNA COMPLETA...