Por María Alatriste
La muerte no es una posibilidad: es la única certeza. “Recuerda que morirás”, susurra el latín de los estoicos como quien te pone una mano en el hombro para ponerte los pies en la tierra. Memento mori no invita al drama; invita a la nitidez. Y junto a esa frase camina otra, que igual puede aterrar: tempus fugit. El tiempo huye. O, como escribió Virgilio, sed fugit interea, fugit irreparabile tempus que significa mientras tanto, huye: huye irreparable el tiempo.
He pensado mucho en una idea que incomoda: morir es fácil; vivir es lo difícil. La muerte sucede (sin trámites, sin expectativa, sin agenda). La vida, en cambio, exige intemperie: elegir, renunciar, sostener, reparar, acompañar, perdonar. Vivir es despertarte con la duda y aún así dar el paso siguiente. Es aceptar que todo lo que hoy amamos está prestado, incluso nuestros planes más nobles. Tal vez por eso perdemos perspectiva: confundimos tener con estar vivos, acumular con permanecer.
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