Por Marilú Acosta

Si no nace, lo inventa Disney, decían. Chemita Guardia, como se llamaba a sí mismo, murió este 17 de julio en su casa (al inicio de mercurio retrógrado,😉). Los trámites de su muerte comenzaron el 22 de septiembre del año pasado, cuando murió Lucía, su esposa. Él, padrino de bodas de mis papás, ambos, amigos de mis abuelos y grandes conversadores y compañeros de viajes míos. En otra época, sus muertes hubieran sido anunciadas en las noticias, hoy, los mensajes por Facebook y Whatsapp hicieron su propio homenaje.
Durante años, pasé todos los fines de semana en comidas en su casa, conociendo todo tipo de personalidades, aprendiendo sobre relaciones públicas, ventas, leyes, política, cultura, religión y relaciones interpersonales. Jugaba tenis por la mañana y disfrutaba del eucalipto en el vapor, antes de que llegaran los invitados. Aprendí también a escribir reseñas post eventos importantes, con un toque de sarcasmo y análisis “de la coyuntura política del momento” que compartía con Chemita, Lucía, sus hijas y demás integrantes de la casa. Cuando nació su nieta, MJ, se convirtió en una especie de hermanita de fin de semana. Todos, fueron un pilar en mi formación social, y en las herramientas que hoy tengo para poder desenvolverme en la vida. Hace un mes, murió Juan Manuel Aval Medina, un amigo que conocí por ellos y con quien tuve grandes conversaciones, y que me enseñó que nuestra esencia no se modifica nunca, sin importar qué nos toque hacer en la vida. Juan Manuel, desde años, había regresado a Buenos Aires y por suerte logré que me trajeran su libro autografiado, semanas antes de su muerte. Con sus partidas, se cierra un capítulo esencial de mi vida.
En casa de Chemita y Lucía se comía paella, sin importar quienes fueran los invitados. Las comidas podían ser para el equipo de trabajo del salón de belleza, hasta para líderes religiosos y políticos. ¿Se acuerdan del comes y te vas? Pues ni comió ni se fue, algunos días después de la toma de posesión de Fox, Fidel Castro fue invitado a una paella en casa de Chemita y Lucía, junto con representantes de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. La relación de Cuba y la Iglesia Católica se mejoró considerablemente gracias al ímpetu y al trabajo de José María Guardia, entre otras voluntades. Fiel seguidor y embajador de Santa Rita de Casia, la tenía muy ocupada con asuntos de suma importancia, y aunque regalaba medallas, estampas y hablaba de lo poderosa que es Santa Rita; advertía sin tapujos que pensáramos muy bien qué le íbamos a pedir, para no distraerla con pendejadas.
En su casa recibí años nuevos, libros, noticias personales, nacionales, cumpleaños, anocheceres y a veces amaneceres platicando de cualquier tema. Aprendí que a los papás se les pueden olvidar sus hijos en casas ajenas y a viajar con grandes cantidades de personas, revisando las cuentas de los restaurantes y los hoteles. Entre sus muchas curiosidades, en su casa también recibí, de manos de Fidel Castro, una medallita de Santa Rita de Casia, a quien nunca le he pedido nada, porque no la vaya yo a distraer con alguna pendejada. En general, me es difícil entender el paso del tiempo, pero en días como hoy se vuelve evidente con el sonido de la tapa de un libro cerrándose; señal inequívoca que sus principales protagonistas se han quedado sin voz para seguir contando historias. Entonces me toca escribir a mí estas líneas, porque sus vidas merecen total reconocimiento, porque desde sus trincheras, acompañaron a construir un México que, aunque hoy se desdibuja, le pusieron los cimientos que le permitirán salir adelante. Escribo, sobretodo para agradecerles, porque para mí, fueron firmes guías para ser quien hoy soy. Son árboles de inmensas raíces que construyeron puentes y caminos, por los cuales he andado con la seguridad que en cualquier momento puedo regresar a casa.
A tu salud, Chemita Guardia, con un etiqueta roja y dos hielos en un vaso old fashion, apostando en Las Vegas, saboreando una buena cena, después de un gran show, porque nunca te permitiste dejar de disfrutar. Independientemente de las circunstancias, para ti la vida era un gran carnaval.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.

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