Document
Por Marilú Acosta

Es tu tercer aniversario y cada año ha sido un reto distinto. En mi experiencia, el dolor no ha cambiado, soy yo, tu deuda la que lo ha hecho. El dolor lo tengo guardado, esperando pacientemente para cuando se necesite. El dolor madura y hace crecer, ya sean huesos en la adolescencia o al Espíritu con la orfandad. Pienso que nos llamamos deudos, porque estamos en deuda y necesitamos trabajar para darle sentido a la ausencia. He llorado distintos tipos de lágrimas, que en su mayoría han sido de gratitud y amor, lágrimas que excavan un espacio para que entre más y más amor. Jamás me he sentido abandonada con tu muerte, todo lo contrario, ahora te siento mucho más cercana y amorosa que nunca.

Un día, caminando en medio de árboles de hojas muy verdes, entendí el significado del sacrificio. Tú lo perdiste todo. Dejaste a tu familia, a tus amistades, tu cuerpo, tus gustos, el disfrute de cantar cocinando, de decorar tu casa, de cuidar, de recibir, de ver Instagram y enviar reels. De enseñar, de compartir, de ir al cine, viajar o simplemente estar en esta tercera dimensión. ¿Y para qué? Para que creciéramos, para que pudiéramos verte, sentirte y experimentarte en toda tu grandeza y que nos acompañaras en el dolor para expandirnos. Dejaste todo para que te valoráramos y entonces nos valoráramos a nosotros mismos. Recuerdo escucharte decirme, desde chica, necesitas llevarte bien con tu papá, porque un día me voy a ir y no voy a regresar más, van a estar solos los dos. Y lo cumpliste, nos has llevado de la mano para conseguir una nueva relación. Sin tu partida nunca lo hubiéramos logrado.

SUSCRÍBETE PARA LEER LA COLUMNA COMPLETA...

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.