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Por Mónica Hernández

¿Cuántos de por aquí han hecho su testamento? Espero que muchos. ¿Cuántos tienen el testamento digital? No es nuevo, pero casi nadie de nosotros ha pensado en él. A veces, ni los notarios.

Tuve una conversación incómoda con mi papá. Tiene 81 años y como dice, no se está haciendo más joven. Está sano. Está fuerte. Es mi roca. Pero sí, es mayor. Se dice y se repite que es “un viejo” y aunque yo lo sigo viendo guapísimo, es verdad que ya se le notan los años, aunque su cabeza no es blanca, como lo son la mayoría de sus contemporáneos. Aún tiene mucho pelo rubio y las canas de las sienes se le mezclan con la cabellera. Eso sí, la barba es totalmente blanca, cuando antes era roja. Le pregunté cosas y situaciones que con probabilidad se presenten el día que falte. Desde el día que falte. Le pregunté si quería que sus cenizas se guardaran con las de mi mamá o que fuera su mujer la que decidiera. Espero que no quiera partir y repartir. Le pregunté por el testamento, el notario, sus objetos personales. Le pedí que lo avisara a su esposa y a mi hermana, para que no nos matemos entre las tres cuando no esté. Somos una familia completa, pero una familia diferente porque mi madre falleció hace ya bastantes años. Muchos para mi gusto.

Y entonces hice la pregunta. Hay otro testamento que no está en el notario. Es más, no sé si los notarios lo incluyen en la declaración de voluntades. Estoy hablando de los registros digitales. ¿Qué pasa con los correos, los documentos, las hojas de cálculo de un finado? Las cuentas, redes, claves de acceso, firmas digitales, servicios de almacenamiento en la nube y hasta suscripciones digitales a diarios. Un largo etcétera. Sí, todo contenido en su celular. Incluso muerto se le puede poner la huella digital y entrar. No así su rostro, porque cada vez hay más registros de pupilas (tanto o más válidas y únicas que las huellas digitales). ¿Qué pasará con toda su información?

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