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Por Pamela Cerdeira

—Mamá, mamá… ¡mamáaaaaaa! —gritaba desde mi cuarto. Mi mamá no contestaba. ¿Cómo era posible que, si yo podía escucharla platicar desde mi cuarto, ella no escuchara mi llamado? La respuesta la encontré hasta que fui mamá… de tres.

—Ya no me digan mamá, se van a gastar el nombre.

Cuando la oí decir eso, pensé que era más grosero que chistoso. ¿Cuántas veces podrían requerir de su atención como para que ella pidiera que le dejaran de decir mamá? Pero mi amiga lo repetía con insistencia: ¡ya, por favor, dejen de decir mamá!

Yo he trabajado fuera de casa desde los 17 años. Mi última incapacidad por maternidad fue de 15 días, y mientras yo estaba en el quirófano, en la radio estaba mi voz, pues dejé el programa grabado. Ser mamá de tiempo completo es algo a lo que solo medio asomo en las vacaciones, y la experiencia de este verano fue un Boot Camp.

¿Debo hacer un disclaimer de que amo a mis hijos, que yo elegí ser madre y que nunca me he arrepentido de ello antes de que me dejen ir como hilo de media? Conociendo a las lectoras y lectores de Opinión 51, supongo que no, pero nunca está de más, por si se acerca a leer algún colado.

Todo empezó con un vuelo de 14 horas que salió de la CDMX a las 6 de la mañana. En este viaje descubrí que Sofía (ocho años) no duerme en los aviones, aunque el vuelo sea eterno y esté desvelada.

—Mamá, ¿tienes mi cargador?

—Mamá, ¿me pides unas galletas?

—Mamá, ¿ahora me pides más?

Las solicitudes, dada la edad de mi hija, parecen normales. Pero he descubierto que los niños tienen una conexión biológica con ciertos momentos específicos de sus madres. Por ejemplo, cuando son pequeños, justo en el momento en el que vas a comer, cuando estás a punto de meterte ese primer bocado:

—Mamá, ¿me llevas al baño?

No hay falla y seguramente es popó.

¿Quieres saber en dónde están tus hijos, que se acerquen a ti sin que tengas que buscarlos? Ve al baño. Apenas te sientas en el escusado, ellos aparecen solos:

—Mamáaaaaa.

Y en el caso del avión, cada llamado venía justo cuando ya estaba soñando. Debió haber pasado una eternidad, pensé. Me despertó cuando ya estaba soñando… no, no habían pasado más de cinco minutos. La historia se repitió multiplicada por tres en distintas situaciones, y muchas veces al mismo tiempo.

Puedo escuchar libros en 2x, pero no, no puedo oír a dos personas al mismo tiempo, mucho menos contestar con algo coherente.

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