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He escrito mentalmente este texto casi cien veces. Siempre empieza igual, confieso el tiempo que he dedicado a pensar en él y me detengo siempre porque me pregunto si soy yo quien debería escribir esta historia. Y aquí estoy otra vez, haciendo la misma pausa pero ahora frente a la computadora.

Fue en la navidad de hace tres años, mientras hacíamos una actividad con un juego de cartas que te obligan a tener conversaciones profundas en la mesa, que me tocó contestar de quién me sentía más orgullosa ese año. Las miradas ansiosas me llevaron a pensar poco, mal y rápido. “De mi”, dije. Fue tan mala mi respuesta, que ni siquiera recuerdo qué fue lo que me llevó a tan acelerada conclusión, eso, y que la pregunta siguió dándome vueltas en la cabeza, hasta que me di cuenta, que de quien más me sentía orgullosa, era de ella.

Meses antes, ese mismo año, cuando estábamos por iniciar un viaje, esperó a que termináramos la cena, y solas en la habitación, sin mensajes que contestar, ni canales que revisar en la televisión, comenzó la conversación.

-Mamá, tengo un nuevo crush.

-Ah sí ¿quién?

-Es una niña

(Pon tu cara de poker, pon tu cara de poker, que no sea de sorpresa, mucho menos de susto, entusiásmate, no mucho, bueno no sé, di algo, di algo inteligente, di algo que indique aceptación.)

-Ooookey

-¿Quieres verla?

-Sí

Tomó su teléfono y me enseñó la fotografía de su crush. (¿Qué digo? Es una niña guapa, pero ¿le doy mi opinión? ¿Le pregunto algo? ¿Queeeé digo?)

-Okey.

El resto de la conversación lo llevó ella, me platicó sobre aquello de lo que estaba segura, aquello de lo que tenía dudas, y aquello sobre lo que quería averiguar. Atiné a balbucear algo sobre lo mucho que me llamaba la atención la necesidad que tiene su generación de ponerse etiquetas, que no era necesario ponérselas. Que lo único que me interesaba era que fuera feliz. (Al menos así lo recuerdo yo, habría que preguntárselo a ella.)

Lo que siguió para mí fue una lista interminable de dudas y preguntas que decidí no hacer. Mi silencio duró por lo menos un par de meses. Detectaba que muchas de mis dudas venían del miedo, mi miedo, ese de quien sabe que a pesar de lo mucho que se ha avanzado, ella seguiría enfrentándose a discriminación, y que todavía hay países en los que “ser ella” es considerado un delito. Temía que mis preguntas pudieran dar el más mínimo indicio de duda, así que callé. Lo hice hasta que un sábado a medio día, cuando todos se habían parado de la mesa, y volvimos a quedar solas frente a la taza de café que hice cientos de preguntas, las que venían de la auténtica curiosidad ¿Cómo supiste? ¿Desde cuándo? ¿A quién se lo dijiste antes?¿Quién te dio la mejor respuesta? ¿A quién tardaste más en contárselo? No creo que exista aun el juego de cartas que me hubiera permitido tener una conversación tan profunda, amorosa y honesta como la de aquel día.

Han sido muchas las ocasiones, en las que tras escribir algo en contra del discurso de odio y a favor de la diversidad, he recibido lo que los haters consideran la lapidaria pregunta “¿Te gustaría que tu hijo fuera gay? Ojalá que tengas un hijo gay”, escriben desde sus piadosas almas católicas. Mi respuesta siempre fue la misma, la orientación sexual de mis hijxs me es tan relevante como el sabor de helado que prefieran. Me preocupa más su signo zodiacal (eduquen a una capricornio para que vean de lo que hablo). Y aún con eso en mi cabeza y mi corazón, he descubierto que todavía tenía y tengo mucho que aprender. Que este viaje y esta historia es suya, y yo no puedo más que contar lo que alcanzo a ver desde mi puesto de acompañante. No podré evitarle a mi hija momentos desafortunados, pero si puedo garantizarle que ahí estaré para ella.

No debo terminar este texto, sin agradecer a todas las mujeres que cruzaron esa puerta antes, y que lo hicieron en condiciones mucho más complicadas. Imagino que como en el feminismo, los escalones que sube una generación no se explican sin los que subió la generación anterior. ¡Gracias!

Espero volver a sacar esa carta este año, porque no dudaré en contestar que es ella de quien me siento orgullosa, de quien es, de lo que nos ha enseñado y de lo afortunada que soy de poder ser testigo de la maravillosa mujer en la que se ha convertido.

@PamCerdeira

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