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Por Rita Alicia Rodríguez

Hay personajes y relatos televisivos que permanecen en la memoria porque algo de nosotros o de historias cercanas nos alcanzó. Historias que nos hicieron cuestionarnos, que nos mostraron otras realidades, que se volvieron parte de nuestras conversaciones. Y que, con el tiempo, si regresan, lo hacen con nuevas preguntas escondidas en otras anécdotas. Entonces, eso que viste antes hoy te toca desde otro lugar.

En este universo de Carrie, Samantha, Charlotte y Miranda, la serie Sex and the City capturó matices en los que se representaron las complejidades de mujeres de más de 30 años: los vínculos de amistad entre mujeres, las formas de relacionarse en pareja, las tensiones sociales de la feminidad contemporánea y, sobre todo, la vida de las mujeres solteras, con todo lo que eso implica. Fue un vistazo hacia un entorno socialmente estigmatizado, atravesado por los retos de sostener esa idea de libertad y plenitud asociada a un estatus que se sostenía en la ilusión de un todo posible, pero lleno de contradicciones.

Por su parte, And Just Like That…, la secuela con la que se anunció el cierre de la franquicia el 14 de agosto, fue el marco perfecto para complementar esta historia, ahora desde la vida de mujeres maduras enfrentando los retos de la edad: la reinvención o el redescubrimiento personal y profesional, las pérdidas afectivas, los desafíos de haber o no conformado el esquema de familia elegido y la posibilidad de definir si es en pareja como se desea estar.

En todo este escenario narrativo, que mantuvo la expectativa sobre la continuidad de sus personajes creados hace más de 30 años, también cambió la perspectiva desde la que se entiende (o se intenta entender) el mundo femenino.

En el camino, afortunadamente se ha avanzado en lo que se dice, en lo que se pone en duda y, sobre todo, en cuestionar los límites: el movimiento Me Too visibilizó violencias antes impensables de exponer, el enfoque de lo políticamente correcto mostró nuevos marcos para conciliar interacciones, identidades y desigualdades. Una nueva idea de lo admisible, de la tolerancia y del respeto que incluyó lo que hoy reconocemos como la protección hacia los grupos vulnerables.

En toda esa representación que rodea a los personajes, y a los que vendrán, porque esta narrativa seguirá inspirando nuevas versiones, prevalecerá el seguimiento de cómo, allá afuera, se seguirá reescribiendo el libreto. Si es que realmente logramos esa equidad, erradicar la violencia en sus múltiples formas y construir una sororidad que no soporto que se quede solo en el discurso.

Algo muy valioso en la forma en que fue construido el personaje es que incluso en su rol protagónico Carrie, aún en su madurez, sigue errando como cualquiera de nosotras. Entre los cuatro personajes centrales, sigue siendo la que más abre la posibilidad de abrazar su vida sin la necesidad de estar en pareja, algo que hace años habría sido poco aceptable dentro de la idea de “una heroína que necesita un final perfecto y feliz”.

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