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Por Sandra Romandía

Este martes, durante la conferencia de seguridad encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum en Palacio Nacional, el fiscal Alejandro Gertz Manero habló finalmente del caso Rancho Izaguirre porque no tuvo más remedio. No fue él quien llevó el tema a la mesa; fueron los reporteros quienes, tras semanas de que la historia resurgiera en la conversación pública -después de la publicación  de mi libro Testigos del horror y de valientes  investigaciones publicadas en El Universal y El País-, lo obligaron a pronunciarse.

Y lo hizo con su estilo inconfundible: ese lenguaje de tecnicismo anacrónico, tan eficaz para no decir nada. Dijo que el caso “ha sido un trabajo muy pormenorizado”, que se “aseguró el inmueble”, que “hay 19 procesados” y que esos “éxitos” habrían contribuido a la baja de delitos en la zona. Un guion prefabricado, lleno de palabras que suenan a legalidad pero huelen a evasión.

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