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Por Soledad Durazo
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Si usted espera leer una tragedia, le advierto que no la va a encontrar aquí.

Hace aproximadamente un año fui a la consulta ginecológica que en teoría es anual. La doctora me ordenó la batería de exámenes que a mi edad -56 años- suelen solicitarse.

Entre otras cosas, me pidió la mamografía de control. Tres fibroadenomas mamarios me han sido retirados a lo largo de los últimos 30 años. Todos benignos.

Dejé pasar varios meses postergando los exámenes. 

A principios de este año, como editora general de Opinión 51, tuve la fortuna de recibir durante cinco semanas consecutivas una columna en la que Zoé nos fue contando poco a poco su experiencia como paciente de cáncer de mama; vivimos con ella todo el proceso desde la detección, el tratamiento y el desenlace.

Cada semana que llegaba a mi correo su texto yo recordaba el pendiente que tenía con mis exámenes; me sentía incongruente y al mismo tiempo un compromiso nacía con esa historia y le agradecía siempre a esa mujer que sin saberlo, me estuviera empujando a hacerme los exámenes, pero seguía dejando pasar los días.

Aunado a ello y con motivo de mi cumpleaños que es a finales de febrero, una persona muy cercana a mi vida me instó: hazlo por ti y por quienes te queremos. 

Estos dos mensajes del universo me llevaron a dar el paso que para mí era el “rutinario”.

Habrás de imaginar ahora el desenlace.

Contrario a lo que había ocurrido en ocasiones anteriores, esta vez es el resultado fue diferente; repetir la mamografía para obtener otros cortes y luego la instrucción: hable cuanto antes con su ginecóloga, no deje pasar mucho tiempo.

Efectivamente, la doctora me pidió un ultrasonido y biopsia con sentido de urgencia.

Mientras todo esto pasaba yo decidí no compartirlo con nadie para no prender alarmas antes de tiempo, salvo mi maquillista que escuchó la llamada que me hicieron del laboratorio para pedirme más exámenes y detectó que algo raro estaba pasando.

Lo compartí con mis más cercanos y familia días previos a la cita para la biopsia.

Tres días antes, cuando el doctor me hizo el ultrasonido con una extraordinaria sensibilidad, me advirtió que en su experiencia había un 95 % de probabilidades de que el resultado fuera cáncer. 

La palabra es fuerte; recuerdo aquel momento como una especie de suspensión del tiempo y luego de golpe la realidad y la necesidad de hacer lo que fuere necesario YA.

Luego me dijo: enfoquémonos en ese 5% de probabilidad de que sea negativo y, segunda expresión clave por parte del doctor: Siéntase bendecida, si hubiere un mejor momento para encontrar algún hallazgo, siempre desearíamos que fuera este porque estamos muy a tiempo.

Con eso en mente vinieron los días de espera, ya con el acompañamiento de mis más cercanos y familia. El tiempo transcurría lento, llené hojas del cuaderno escribiendo la palabra “negativo” para atraer ese resultado. No surtió efecto. 

Vinieron luego las consultas, más exámenes y la cirugía para retirarme la mama y con ello tirar a donde vaya ese trozo de cuerpo infectado.

La retirada del primer vendaje para asumir el cambio en tu cuerpo y empezar a convivir con la nueva fisionomía fue relativamente fácil y creo que en ello jugó un papel muy importante mi red de apoyo que con toda naturalidad hacía mis curaciones y cambiaba las vendas.

Recuperación de la cirugía, más consultas, más exámenes y luego empezar las sesiones de quimioterapia.

Hace poco en un vuelo caí en cuenta en el hecho de que no le he puesto rostro al cáncer. ¿Cómo es? Me pregunté sin poner mucho empeño en encontrar la “figura” porque es desagradable asumir que alguna vez habitó tu cuerpo.

Llevo a la fecha cinco sesiones de quimioterapia. Días buenos, otros regulares. Los más feos solo procuro mantener algo en mente: cada minuto que pasa me acerca al final de este proceso y que soy una persona sumamente afortunada que está viviendo esta realidad en mejores circunstancias de las que desafortunadamente muchas mujeres se encuentran.

Ha sido una etapa de mucho aprendizaje. Revalorar la vida y a quienes por fortuna te acompañan en ella. Recibir el acompañamiento, el apoyo y el cariño de tanta gente que genuinamente expresa sus buenos deseos y busca acercarte información y remedios con la mejor de las intenciones.

Por eso advertí que no encontrarán aquí una tragedia. La circunstancia que vivo es afortunada. El cáncer se cura, el cáncer no es sinónimo de muerte, el cáncer detectado a tiempo es una oportunidad de vida.

Si eres mujer, no dejes de hacerte los exámenes; si tienes al lado alguna mujer, ínstala para que lo haga.

✍🏻
@SoledadDurazo

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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