Hasta en las mejores familias

Quienes no nacimos en cuna de oro, sobre todo en países de Latinoamérica, podemos llegar a ser muy críticos de los «problemas de los ricos».

Hasta en las mejores familias
Teresa Parrales

Hace unos meses mi vida laboral dio un giro y entre los muchos cambios que eso significó hubo uno que me hizo particularmente feliz. Por supuesto que en algunas de mis columnas les he platicado sobre mi fascinación por los periodistas y qué decir sobre los escritores, así que el día que leí el perfil de quien sería uno de mis colegas en Colombia fue uno de los más emocionantes en esta nueva etapa.

Resultaba ser un periodista que estaba por publicar su segunda novela, así que en la primera oportunidad que tuve de charlar con él no pude dejar encerrada a la groupie que llevo dentro –y ni se hagan que todos llevamos uno– y fue una de esas pláticas que no voy a olvidar jamás. Para Felipe Restrepo Pombo, seguramente fue como cualquier otra en donde cuenta su juventud como si no supiera que va a hacer suspirar a más de uno con sus anécdotas de cuando compartía sus tardes con algunos de esos grandes escritores.

Pero no seré yo quién cuente su vida, solo lo comparto en este espacio porque en verdad me impactó y me emocionó mucho conocerlo, y por ello no pude esperar para empezar a leer su nueva obra.

Quienes no nacimos en cuna de oro, sobre todo en países de Latinoamérica, podemos llegar a ser muy críticos de los «problemas de los ricos». Yo, por ejemplo, me acuso de no haber sido empática en algunas ocasiones en las que conocidos o amigos me contaban de sus desgracias y en lugar de escucharlos y tratar de apoyarles internamente me preguntaba cómo era posible que esa gente se quejara si lo tenían todo. Y sí, tal vez para ojos ajenos todo lo tienen, pero no por eso dejan de ser relevantes sus batallas de todos los días.

¿A cuánta gente conocen que aparentemente tienen la vida resuelta, al menos en lo que se refiere a la economía, pero que sus días son un verdadero infierno?

Pues bien, Ceremonia va justamente de eso y mucho más.

Imaginen un pueblo cualquiera y ubíquenlo en cualquier país de Latinoamérica en donde a base de mucho trabajo un hombre logra posicionar su apellido e ir fincando una fortuna que no solo va a terminar por beneficiar a los suyos, sino poco a poco a todo el pueblo en diferentes etapas y de formas muy diversas. A partir de él comienza la historia que son muchas, muchas historias.

Hijos y nietos que, por no querer sentirse opacados por el patriarca de la familia, forman y deforman las suyas; integrantes que se saben fuera de los estándares del «bien moral» que, según sus creencias, deberían regir el actuar de cada uno ellos; parejas que lo único que verdaderamente las une son la conveniencia y el aburrimiento.

Cuando terminé la lectura la describí así: de patriarcados, creencias arraigadas obsoletas, vidas llenas de resignación, engaños y estafas, abusos en diferentes niveles y de muchas clases de poder. De miedo a ser tú frente al mundo. Le agregaría: de pequeños infiernos que se viven y tratan de superarse todos los días desde un lugar privilegiado.

Si quieren ver reflejado su país, su pueblo y hasta a su familia y sentir la frustración por sabernos nada especiales en este mundo regálense unas horas muy interesantes leyendo esta novela, les garantizo que en mayor o menor medida se sentirán en algunos o muchos momentos identificados.

“Tal vez ese era el desenlace de todas las historias, incluso las que parecían más sólidas: esfumarse sin dejar rastro”.

Gracias, Feli.

@parralina

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