Por Verónica Garibay*
La segunda mitad de la década de los ochenta del siglo pasado fue complicada para la Ciudad de México: a las secuelas del terremoto y la crisis económica nacional se sumaron 300 puntos IMECA de contaminación y la aparición de pájaros muertos en las calles. En el primer cuarto del siglo XXI, las contingencias ambientales se han espaciado, pero el impacto de la mala calidad del aire en la salud humana persiste y es la causa detrás de enfermedades letales como el cáncer de mama.
Así, hoy siguen vigentes los versos que en diciembre de 1989 lanzó el grupo Ritmo Peligroso desde la azotea del WTC:
Hay algo que me molesta,
y quiero ver que se puede hacer,
el medio que nos rodea,
lo hemos echado a perder.
Está invadido el ambiente
con mucho ruido, humo y dolor.
Han acabado con todo,
el mismo cielo perdió el color.
Entonces, agrupaciones ecologistas, autoridades ambientales y expertos concluyeron que sí, que era posible que los pájaros hubieran muerto por respirar el aire capitalino. Para contextualizar, 300 puntos IMECA equivalen a 3.5 veces la concentración de ozono que la Secretaría de Salud estableció en 2021 como límite para proteger la salud de la población.
Esta crisis generó una toma de conciencia sobre los riesgos invisibles del aire contaminado. Preocupaban el plomo, las partículas y el ozono por sus implicaciones en la salud, no solo de gorriones, sino de la población humana, sobre todo de las infancias.
Mi madre le dijo a mi padre:
yo ya no quiero vivir aquí,
les quiero dar a mis hijos
un ambiente menos gris.
La vida pasa de prisa,
y hay que gozarla a más no poder,
pero si no cooperamos
la mala crisis nos va a comer.
Desde entonces indudablemente ha mejorado el aire capitalino, en gran parte por la verificación vehicular, el Hoy No Circula, los Programas de Contingencias Ambientales, el fortalecimiento de la Red de Monitoreo Atmosférico y otras medidas que surgieron en esa época. Los índices de aire y salud o “mosaicos” del gobierno capitalino muestran cómo el número de días en que se registran concentraciones muy altas de ozono y partículas se ha reducido considerablemente en comparación con los niveles de mediados de los ochenta (véase https://www.aire.cdmx.gob.mx/default.php?opc=%27aqBhnmOkYw==%27).
Sin embargo, la evidencia científica desarrollada desde aquella época apunta a que las partículas y el ozono que se respiran diariamente en las grandes zonas urbanas como la Ciudad de México preocupan tanto o más que antes. Se ha demostrado que la salud se ve afectada no solo por la exposición a uno o dos días de altísima contaminación, sino que respirar continuamente partículas y ozono provoca o agrava padecimientos que quitan años de vida a la población o, en el mejor de los casos, afectan su productividad.
Entre estos se encuentran enfermedades que hace 40 años no nos imaginábamos que pudieran estar relacionadas con lo que respiramos, como el cáncer de mama.
Los peligros de la continua exposición al aire contaminado
El cáncer de mama ocupa el primer lugar entre las causas de muerte por cáncer en las mujeres mayores de 20 años en México y es más letal en el grupo de entre 60 y 74 años. Cada año se registran más de 31 mil nuevos casos y, en 2023, más de 8 mil mujeres murieron por esta enfermedad. Hasta ahora, se considera que en el desarrollo de cáncer de mama influyen múltiples factores como la herencia, la exposición a altas dosis de radiación, el estilo de vida sedentario y algunos tratamientos hormonales. En poco tiempo, probablemente haya que añadir a esta lista la exposición continua al aire urbano contaminado.
La relación entre el aire contaminado y el cáncer no es nueva. Desde 2013, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) ya había determinado que la contaminación por partículas finas —llamadas PM2.5— es un carcinógeno para los humanos, asociado particularmente con el cáncer de pulmón.
En 2025, publicaron una serie de estudios con datos preocupantes que indican que el cáncer de mama se sumará al cáncer de pulmón. El principal sospechoso es el dióxido de nitrógeno (NO₂), un contaminante emitido por los vehículos al quemar gasolina y diésel, aunque también se ha encontrado evidencia inculpatoria contra las PM2.5. Según los expertos, la asociación entre la contaminación por el tráfico y el cáncer de mama podría explicarse porque entre los contaminantes emitidos por los vehículos se encuentran algunos hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), cuya relación con el cáncer es ya conocida. Los HAP se adhieren a las PM2.5 y así ingresan a los pulmones, pasan al torrente sanguíneo y pueden viajar hasta órganos distantes como las mamas, donde, al paso del tiempo, pueden causar daño al ADN de las células y, en consecuencia, cáncer.
Los estudios sobre este tema siguen en desarrollo, pero es importante tomarlos en serio desde ahora. Sin menoscabar la importancia de los programas de detección temprana del cáncer de mama, es necesario implementar políticas públicas para seguir reduciendo la contaminación que provocan los vehículos automotores. Los fabricantes deben hacer vehículos más limpios, que consuman menos combustible. Debemos reducir el uso del auto, cumplir con la verificación y utilizar el transporte público.
Hace cuarenta años, la toma de conciencia colectiva y la acción decidida de las autoridades hicieron posible que, a pesar de todo, los pájaros sigan cantando en la Ciudad de México. Bien vale la pena rescatar esa conciencia por la salud de nuestras hijas, madres, hermanas: la mitad de la población de este país. Ya lo decían Piro Pendás y su banda: ¡esto se debe parar!
Estoy pensando en la vida,
viviendo nuestra realidad,
y sé que juntos podremos
hacer más bella esta ciudad.
Contaminado, creo que me voy a morir ¡Oh no!
Contaminas, contaminas, ¡esto se debe parar!
*Verónica Garibay es Gerente de Política Climática en ICM. Lidera la agenda de transporte y movilidad, así como la integración de la calidad del aire en políticas climáticas subnacionales. Cuenta con más de 25 años de experiencia en el sector ambiental.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.

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