Pies negros

De por sí ya me da bastante repelús ver gente nórdica, aria, anglosajona fuera de sus contextos, de sus países, por estas latitudes, pero lo que me tocó presenciar el otro día en la Alameda no tiene madre.

Pies negros
Por Diana J. Torres

De por sí ya me da bastante repelús ver gente nórdica, aria, anglosajona fuera de sus contextos, de sus países, por estas latitudes, pero lo que me tocó presenciar el otro día en la Alameda no tiene madre y aún hasta me cuesta un poco escribir sobre ello.

Un gringo güerisísimo, ataviado con una ropa toda rota, un morral de cuero y una Nikon de unos treinta mil pesos paseaba descalzo, sí, descalzo, sin zapatos ni calcetines ni chanclas ni nada, y despreocupado, tomando fotos de las aves, los árboles. Toda la escena completa es algo a lo que ya me acostumbré: gringos tirando fotos, incluso de las personas, sin pedir permiso ni preguntar, como si fueran por la vida transitando en un safari humano. Es lo que tiene la blanquitud: no nos enseñan a pedir permiso, todo es nuestro. Pero esto fue demasiado extremo.