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Por Edmée Pardo

Somos las historias que nos cuentan y que nos contamos.  Narraciones que se repiten de generación en generación a lo largo del tiempo y se convierten en verdades mitológicas, estereotípicas, sociales y de identidad.

Pensemos en La Ilíada, escrita en el siglo VII antes de cristo, hace alrededor de 2,700 años, por un aedo o varios que se conocieron bajo el nombre de Homero.  Ya sabemos que el poema épico por excelencia cuenta la historia de la guerra entre griegos y troyanos, originada por el rapto de una mujer. Una narración donde la mayoría de los personajes protagonistas son hombres llenos de ideales, valores, posibilidades, pasiones, amores, rivalidades, creencias, relacionados con los dioses, deseados, poderosos. Las mujeres que aparecen por ahí son apenas referencia o pretexto, piezas del tablero narrativo de las que no conocemos sus pensamientos y motivos, no porque no los tuvieran, sino porque hablar de ellas, de nosotras, carecía de interés y relevancia. Y así, desde hace miles de años se ha contado y recontado esta historia en distintas versiones y soportes, con apenas ángulos distintos para comprender el deseo por Helena, el amor por Patroclo, la construcción y estrategia del caballo. Pero de ellas no sabemos nada: la guerra la hacen los hombres, el mundo lo hacen los hombres y es su versión la que cuenta. Es así como desde la literatura se ha construido el sistema patriarcal.

Y justamente es desde ahí, desde las historias fundacionales, donde también  podemos empezar a deconstruir y a construir una nueva narrativa. A ese respecto, en 2022 Natalie Haynes publica el libro Las mil naves, donde son las de ellas las voces que se escuchan  y nos cuentan que Penélope hacía mucho más que tejer, que Helena era más que una mujer deseada, que Ifigenia es más que la hija sacrificada, que Las Moiras no son las únicas dueñas del destino. Una novela hermosa y compleja donde las mujeres tienen tridimensionalidad: inteligencia, motivaciones, sentimientos, alianzas, posibilidades, estrategias.   ¿Cómo se le ocurrió a Natalie Haynes, casi dos mil años después, recontar esta historia de otra manera? Con una pregunta repetida. Y ellas ¿qué hubieran pensado, dicho, hecho?  Y nosotras, ¿qué decimos, pensamos y hacemos?

Bastante tenemos con la ausencia cada vez mayor de lectores y el enorme reto que representa para el país que la lectura sea una herramienta de comprensión y expansión para niños y adultos, como para que esos muy pocos que leen, lo poquito que leen sigan siendo las   historias que repiten y perpetúan los sistemas de abuso y poder.  Leer es tan importante como seleccionar los libros que se leen. Pensar la lectura y la escritura es fundamental para escuchar las voces silenciadas, de otras y la nuestra. Si los lectores (sin importar, género, identidad o preferencia) leemos personajes y actores armados desde su interioridad y valía, quizá nos demos cuenta, por espejo, que tenemos identidad y valía y podremos apreciar que los otros también tienen intimidad y autonomía. Un enorme regalo que traen los libros, ciertos libros, pero que lamentablemente no todo mundo puede abrir.

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@EdmeePardo

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