Ciencia y plenitud

En mi elección de vida y de carrera, el apoyo de mi mamá ha sido fundamental, ella me impulsó a decidir por mí y para mí.

Ciencia y plenitud

Por Aliesha González

Ganadora de la Beca L’Oréal - Unesco Para las Mujeres en la ciencia en el año 2008

Mi abuela materna es enfermera ginecobstetra y mi madre médico general, de ellas heredé el gusto por el trabajo y el cuidado de la salud. Mi abuelo también se dedicó a la medicina, sin embargo, siempre le gustó la investigación; en su casa había un microscopio muy rudimentario en donde yo podía observar las cavidades poliédricas del corcho tal como lo hiciera Robert Hooke en 1665, historia que me contaba mi abuelo cada vez que me mostraba el tapón de alguna botella de vino. Mi papá siempre se ha dedicado a la ciencia, de él tengo la costumbre de querer averiguar el porqué de las cosas; hasta la fecha observo cómo disfruta su trabajo estudiando y formando a nuevos investigadores en hidrología (estudio de las propiedades físicas, químicas y mecánicas del agua, su distribución y circulación en la superficie de la Tierra, en el suelo y en la atmósfera), viajando alrededor de la república y el mundo compartiendo y recibiendo conocimiento.

Mi abuela y mi abuelo tenían una clínica de maternidad debajo de la casa donde vivían, así que al pasar toda mi infancia en ese lugar me encantaba bajar a mezclar el alcohol con el benzal (cloruro de benzalconio) o con el iodo esperando que salieran vapores extraños que por supuesto nunca se formaron. Me entretenía por horas viendo a los recién nacidos acostumbrarse a mover fuera del vientre materno sus diez deditos en manos y en pies. Cuando tenía 8 años pude ver a un feto que obitó (muerte fetal ), no mayor a unos ocho centímetros con la piel completamente transparente como gelatina. Lo que me maravilló fue ver que, a través de ella, se observaba el corazón, los pulmones, los vasos sanguíneos y el cerebro. En ese instante lo primero que me pregunté era cómo ese mini humano tenía todos los órganos a escala.

En un viaje inolvidable al reactor de Laguna Verde en Veracruz, mis maestros de preparatoria, Julián Nader y Erika Pallares, terminarían por darme las herramientas necesarias para elegir las ciencias químico-biológicas como mi camino a seguir, y mi formación como Química Farmacobióloga en la Universidad me permitiría elegir a las Ciencias Biomédicas como mi profesión.

Hoy en día no podría estar más contenta con esta elección de vida, por supuesto que requiere de mucho trabajo y dedicación, pero es profundamente satisfactorio. En relación con este punto, quisiera compartir que para que tu trabajo sea disfrutable, debes haberlo elegido y tener una buena red de apoyo que te permita—además de trabajar— dedicarte a otras cosas que también disfrutes: hijos, perrhijos, pareja, familia, amigos, viajes, comidas, fiestas, una buena película, leer un libro, escuchar música y todo lo que complemente tu felicidad.

Eso me quedó claro cuando supe que a mi mamá siempre le gustó la química, pero en el momento en el que ella iba a elegir su carrera, mis abuelos pensaron que la medicina era una mejor opción pues eso le permitiría trabajar en la clínica familiar que tanto esfuerzo les había costado construir, y con ello asegurar una independencia económica para ella, además, como dictaban las costumbres, tendría tiempo para casarse y tener hijos (algo que para mi abuela era indispensable para ser feliz). Así ocurrió, mi mamá se casó y tuvo una hija y un hijo, pero el cuento no tuvo el final de “vivió feliz para siempre”, porque a pesar de que ha tenido una voluntad maravillosa para cuidar de su familia—con el siempre apoyo de mi abuela y Gelita (mi nana)— una vocación ejemplar para la profesión, y una indudable estabilidad económica, haber tomado una decisión que no fue realmente suya, la llevó a descuidar el verbo más importante: disfrutar.

En mi elección de vida y de carrera, el apoyo de mi mamá ha sido fundamental, ella me impulsó a decidir por mí y para mí. Esta idea de que la mujer debe poder con todo y aguantar de todo me ha dejado claro, desde hace mucho tiempo, que a lo que sea que me dedique, debo tener un equilibrio en mi vida cotidiana y laboral que me permita tener plenitud y disfrutar no solo de mi trabajo, sino de todo aquello que forma parte de la vida y de ser mujer, de poder disfrutar de esos esos hermosos atardeceres en Ciudad Universitaria que se miran cuando uno regresa de navegar el inmenso mar de la ciencia y dice: valió la pena.

@gonzalezaliesha

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