Mi niñez. ¿Es destino?

Hablar de la niñez. La única que conozco, ¿a cabalidad?, es la mía.

Mi niñez. ¿Es destino?
Claudia Pérez Atamoros
Por Claudia Pérez Atamoros
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Parafraseando al maestro Augusto Monterroso:

“Y cuando despierto la niñez sigue ahí”.

Hablar de la niñez. La única que conozco, ¿a cabalidad?, es la mía. Ni siquiera la de los hijos que parí, que guié y a los que amo. Sólo la mía. La que he tratado de comprender a través de terapia y nunca acostada en un diván. Sino de frente, mirando a los ojos a quien me ha dedicado espacio, escucha y tratamiento.

Infancia es destino es el libro que publicó el psicoterapeuta Santiago Hernández y que se basa en el pensamiento de Freud quien sostiene que el recuerdo de la infancia determina al ser. Hernández, por su parte, defiende que el sujeto elige “unos cuantos recuerdos para poner encima de ellos toda su temática infantil”.

Así que hoy, a mis 60 cumplidos cito a Sergio Pitol.

“Yo me aventuro a decir que soy los libros que he leído, la pintura que he visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos triunfos, bastante fastidio. Uno es una suma mermada por infinitas restas. Uno está conformado por tiempos, adicciones y credos diferentes”.

Añado, contundente, además que soy la suma de los programas infantiles con los que crecí. Incluso las telenovelas para niños que ví. Es más, soy producto de mi infancia.  Fui la joven mujer que tuvo la oportunidad de colaborar en programas infantiles como Una sonrisa con Cepillín, Club Amigos de Gansito; de conocer a quienes dieron momentos inolvidables de felicidad a mis primeros años como Capulina, Resortes, Cachirulo, al Tío Gamboín, el mago Chen-Kai, los hermanos Rogelio y Genaro Moreno, Chespirito… y tantos más.

Recuerdo las inocentadas. Aquella nevada en 1967 en la Ciudad de México. Yo anonadada ante esa belleza jamás vista. Recogiendo con las manos la nieve y llevándola dentro de casa porque quería que permaneciera, no quería que se desvaneciera. Ignoraba que el hielo se derretía… Tenía apenas 4 años.

Un año más tarde, escucho a mi madre decir: ha sido terrible, las fotos muestran una masacre, muchas no se van a publicar… La matanza del 68.

Tres años después, mi padre al regresar de su consulta en la colonia Pensil comenta, lo recuerdo como si fuera ayer mismo, “algo ha pasado de nuevo”. Los jóvenes estaban en las calles, corrían… Al día siguiente, Excélsior, a ocho columnas: Marcha Estudiantil Frenada Por Grupos de Choque; 6 muertos. Nadie firma las tres notas que acompañan tal mentira. Yo no entiendo nada. Pero mis padres discuten el hecho. Ha sido el Halconazo del 71.

1975, tengo escasos 12 años, Serrat está en México. El mejor amigo de mi hermano mayor nos invita a verlo. Mi padre nos lo prohíbe. No entiendo nada. ¿Qué tiene que ver Serrat con Franco?

Hoy lo sé. Exiliado en México, Joan Manuel Serrat, opositor al régimen, criticó “con dureza las medidas represivas de Franco. Ocurrió tras la condena de muerte ordenada a 11 integrantes de ETA y el FRAP, a quienes el consejo de guerra acusó de asesinar a varios policías…”

Mientras tanto, yo sigo jugando bote pateado, quemados, carreterita, en la calle, frente a mi casa, con mis cuates de la colonia… Y estudio, a ratos.

Estorbamos el caminar del peatón por las aceras, incluso el transitar de los autos por el pavimento. Todas las tardes, muchas tardes, vi pasar a un señor con un folder bajo el brazo. Años después lo reconoceré. Era nada más y nada menos que Don Jesús Elizarrarás, compositor de Tierra de mis amores y destacadísimo productor de radio y pionero de Radio Educación.

Sí, quizás la infancia sea destino. Pero… He viajado por la espiral de los años siendo botón, espina, flor y fruto. He disfrutado los años con sus aromas, humores y hedores.

Tal vez la huella materna no ha sido saldada. Pero,heme aquí con medio siglo (más un decenio), con la cara al sol y el corazón en un puño. Cada vez con menos peso. Con más bagaje. En un viaje constante, profundo.

Puede ser que los recuerdos sean selectivos. Pero son un titipuchal de recuerdos, algunos inútiles, otros de diván, unos más de certezas, falsas o verdaderas, pero míos.

A lo mejor la niñez va de eso.

“No lo sé de cierto, lo supongo”, acaso la niñez sea esa niña que se fue, que fui y que sigo siendo al despertar.

Posiblemente, voy a seguir tomando la vida a discreción, con mis recuerdos en el corazón.

Quién quite y en una de esas me emborrache de algún otro deber, como en la niñez que uno desparrama a la eternidad.

Bienaventurados sean mis años por venir, que como bien dijo un grande de la pluma:

“Nomás por joder. Yo voy a resucitar de entre los vivos”.

Efraín Huerta, El gran cocodrilo.

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@perezata

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