No me digas pobrecita

No me digas pobrecita; no me tengas lástima, tampoco digas que soy una guerrera… solo soy una madre que ama a su hija y que ser fuerte fue su única opción.

No me digas pobrecita
Tamara García Cué

Por Tamara García Cué

No soy pobrecita, tampoco una súper mujer, mucho menos una de las mejores guerreras del de arriba. Así me tocó, y no me quedó de otra... como dicen por ahí, “cuando ser fuerte es tu única opción”.

Yo tenía 21 años cuando murió mi hermana; me dolió muchísimo. Le lloré muchísimo y le pedí 2 cosas: nunca te me aparezcas, me daría mucho miedo verte. Por favor, que no me toque un hijo con discapacidad como tú. Solo me cumplió uno de mis dos deseos; nunca se me apareció.

Cuando Regina nació, fui la mujer más feliz del mundo, como cualquier madre, pero cuando prendí la licuadora y Regina empezó a llorar sin parar con apenas un par de meses, supe que algo no estaba bien. Volteé al cielo y dije: “¿Es en serio?” Y ahí empezó mi fortaleza, ¿por qué? Pues porque ser fuerte era mi única opción. Y también empezó el peregrinar de doctor en doctor, especialista en especialista, hasta que dimos con el diagnóstico: trastorno del espectro autista, trastorno de ansiedad y epilepsia... Ajá, volví a voltear al cielo: “¿Neta?”