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Por Kimberly Armengol
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“La primera herramienta de empoderamiento femenino es la libertad económica, no se pueden exigir derechos elementales cuando no se pueden satisfacer las necesidades básicas.”

Hoy se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Comenzó desde hace más de noventa años con la lucha en pro de la igualdad y la justicia. Esta fecha, se estipuló “oficialmente” por la ONU en 1975, pero no comenzó ahí: sus orígenes datan de principios del siglo XX cuando las mujeres en Europa empezaron a protestar para exigir el derecho al voto, mejores condiciones de trabajo, el derecho a la propiedad privada y la igualdad entre los sexos. Hoy, un siglo después, estamos muy lejos de la añorada equidad.

Los historiadores coinciden en destacar como origen directo del Día Internacional de la Mujer la marcha de mujeres que se vivió en Nueva York en 1908, cuando más de quince mil mujeres se manifestaron para exigir menos horas de trabajo, mejores salarios y derecho a votar.

Las luchas de nuestras antecesoras radicaban en exigencias que hoy damos por sentado y que son derechos con los que ya nacimos; actualmente no luchamos por el acceso a la educación, trabajo, propiedad privada, salud reproductiva o algo tan básico como divorciarnos.

Como en 1908, en pleno 2023 es tan urgente que sigamos en pie de lucha por alcanzar la añorada equidad que está muy lejos de ser una realidad. El grito más desgarrador debe ser la exigencia para detener la inexplicable violencia machista en contra de las mujeres y cambiar el sistema misógino (legislativo, judicial y cultural) que perpetúa toda clase de violencia de género.

Por otra parte, y no menos urgente, es la lucha por alcanzar la igualdad salarial. La primera herramienta de empoderamiento femenino es la libertad económica, no se pueden exigir derechos elementales cuando no se pueden satisfacer las necesidades básicas.

De acuerdo con Naciones Unidas, si continuamos al actual ritmo de progreso las disparidades de género no se terminarán en los próximos 286 años.

En México, 30% de las mujeres no cuentan con ingresos propios, viven en condiciones de dependencia. El 55% de nosotras trabaja en la informalidad, lo que las excluye de cualquier tipo de prestación social y el acceso a la salud que tendría que ser un derecho universal.

¿Qué pasa con el tema salarial? De acuerdo con IMCO, la brecha salarial en México es de 14%. Por cada 100 pesos que gana un hombre, la mujer gana 86 pesos por el mismo trabajo.

Y ahí, también, es donde la lucha debe continuar sin cesar y el primer paso es equilibrar el trabajo no remunerado. Las mujeres no podemos trabajar en igualdad de circunstancias con los hombres mientras la carga del trabajo doméstico y de cuidados (no remunerado) caiga en nuestros hombros.

Tan sólo en México, las labores domésticas, como alimentación, limpieza de la vivienda, administración del hogar, cuidado de los hijos, representan más de una cuarta parte del PIB nacional, pero son labores por las que las mujeres no reciben ninguna compensación económica.

De acuerdo con el INEGI, las mujeres aportamos 2.6 veces más valor económico que los hombres por las actividades domésticas y de cuidado al hogar no remuneradas.

Si estas horas dedicadas al trabajo doméstico se retribuyeran, de acuerdo con el INEGI, representarían 71,500 pesos anuales a las mujeres y, sólo, 28,800 pesos anuales a los hombres.

Sin libertad económica, millones de mujeres no encuentran una salida a su condición de dependencia y deciden “soportar” por ellas y sus hijos tratos violentos y criminales que, en algunos casos, terminan en su muerte.

Tenemos que luchar porque todas las mujeres del país puedan incorporarse a la población económicamente activa en igualdad de circunstancias como una primera herramienta hacia la libertad. Se lo debemos a las mujeres que nos antecedieron y lucharon por los derechos de los que ahora gozamos y, también, se lo debemos a las niñas que vienen detrás de nosotras y merecen un mundo más justo.

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@KimArmengol

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