Mujer de palabras

Conaculta compiló en 2007 tres tomos con todos los artículos periodísticos de Rosario Castellanos que se pudieron rescatar entre 1947 y 1974, y le llamó Mujer de palabras.

Mujer de palabras
Leticia Bonifaz

Rosario Castellanos nació el 25 de mayo de 1925 en la Ciudad de México. Don César y doña Adriana habían viajado desde Chiapas donde vivían habitualmente.  Rosario fue la primogénita. Regresaron con ella pequeñita al lugar que en tiempos de los mayas se llamó Balún Canán y que, por conquista de los aztecas, pasó a ser Comitlán y luego Comitán, mi tierra.

El Chiapas que vivió de niña y adolescente está presente en sus novelas, en sus cuentos, en su poesía y en sus artículos periodísticos. Tenía la sensibilidad a flor de piel y unos ojos que registraban todo. Afortunadamente, su mirada no se quedó en el aire; tuvimos la fortuna de que todo lo llevara al papel, que quedara escrito como testimonio invaluable de su presencia en este mundo.

Rosario compartió su vida, su visión de la vida, la vida de sus contemporáneos, su autocrítica y su inigualable sentido del humor en columnas que se publicaron en distintos medios: Suma Bibliográfica, Fuensanta, Rueca, Metáfora, Revista de Bellas Artes, Letras Patrias, México en la Cultura (suplemento de novedades), Revista Mexicana de Literatura, Rehilete, La Cultura en México (suplemento de Siempre!) y en la columna que publicó en Excélsior semanalmente desde 1963.

Seguir publicando sus columnas y seguir dando clases fue lo único que pidió Rosario a Luis Echeverría cuando éste la propuso para ser embajadora en Israel. Desde allá escribe sobre el depósito de sus colaboraciones: “No se imagina usted qué experiencia más frustrante es esto de sentarse, cada fin de semana, a tañer en la máquina y redactar un hermoso artículo lleno de sutiles observaciones, de graciosos retruécanos, de insinuaciones veladas y depositarlo en el correo. A partir de ese momento se empieza a calcular: ¿cuánto tiempo va a permanecer en el buzón mientras viene el empleado postal a recoger la correspondencia? ¿Cuánto tiempo va a madurar en la oficina de correos mientras lo examinan, lo olfatean, lo clasifican y, al fin, lo colocan en la pila de cartas que van a volar por los aires, como las golondrinas, atravesando el mar hasta posarse en el Nuevo Mundo? ¿Qué tan largo va a ser su turno de espera en el aeropuerto de Lod? ¿Cuánto dura el vuelo trasatlántico si descartamos los atentados y los secuestros posibles? ¿Cuándo va a llegar a las manos de mi cartero?  De pronto, una eventualidad me sobrecoge…”. Piensa que el cartero pudo ir a cualquier parte, “excepto al Paseo de la Reforma número 18 donde se encuentran las oficinas de Julio Scherer García, a quien semanalmente envío un sobre certificado que contiene una minúscula obra maestra”. Y agrega: “si yo fuera jefe de redacción o lector no se me ocurriría nunca ni publicar ni leer los desvaríos de una poetisa ausente cuando hay acontecimientos nacionales e internacionales que exigen consideraciones sesudas…”.

Conaculta compiló en 2007 tres tomos con todos los artículos periodísticos de Rosario Castellanos que se pudieron rescatar entre 1947 y 1974, y le llamó Mujer de palabras. La compilación nos permite no solo conocerla a fondo y disfrutarla, sino tenerla cerca cuando estamos a dos años del medio siglo de su partida.

Rosario nos comparte en sus columnas la cotidianidad, habla a sus lectores como si los conociera y les tuviera una profunda confianza (lo interesante es que ha seguido conversando con nuevos lectores aun cuando ella ya no esté en este plano terrenal). Las letras, sin duda, conducen a la inmortalidad.

Sus artículos son una conversación que pareciera comenzar con un: “¡Qué creen que me pasó! ¡Déjenme les cuento! ¡No me lo van a creer, pero…!”. Junto al anecdotario hay reflexiones muy profundas, homenajes a personajes de su tiempo, reflexiones sobre México y el mundo. Encontramos en sus columnas verdaderas joyas literarias, feminismo, crítica literaria y de cine, y, de tanto en tanto, algo que con nostalgia la regresaba a su infancia. Rosario se fue de Comitán al terminar la secundaria, pero Comitán no se fue de ella jamás.

En un artículo de 1972 narra cómo llegó la radio a nuestro pueblo y, en un párrafo, cuenta cómo se recibía el periódico: “Yo era una niña entonces y vivía con mis padres en Comitán de las Flores, que estaba situada en pleno siglo XVI. En tiempo de secas nos llegaba el periódico con un retraso en una semana y, en tiempo de aguas, con un retraso de un mes, para colmo, empapado, pero estábamos perfectamente habituados a ese ritmo y saboreábamos lo que para otros había sido noticia cuando ya se había convertido en historia...” .

Vale la pena releer los artículos que nos legó esta gran mujer. Muchos los dejarán pensando y otros les dibujarán sonrisas o les sacarán sonoras carcajadas. En este nuevo aniversario de su nacimiento va mi homenaje sentido y perenne.

@leticia_bonifaz

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