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Por Bárbara Anderson
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Desde sexenios inmemoriales, en México se gobierna para poco más de 8 de cada 10 habitantes. “Todos los mexicanos”, como reza la Constitución parece que tuviera un asterisco al pie que dice ‘aplica restricciones’. Porque hay al menos un 16.5%, 20.8 millones de mexicanos viven con alguna discapacidad o limitación y son invisibles. Y, créame, no es un superpoder el que pasen desapercibidos, es una iniquidad. La presencia de la discapacidad en el país es aún mayor. Las personas con alguna condición de vida no son entes aislados sino que viven en una familia, tienen un círculo cercano por lo cual la discapacidad tiñe, toca, llega y convive con más de 60% de la población mexicana. 

En el país que gobernará hay:

● 75% de niños y niñas en edad escolar que no asiste a ninguna escuela 

● 76% sin acceso al sistema de salud 

● 70% sin empleo 

● 60% sufrió discriminación por su condición de vida 

● 55% no ha recibido o le han negado planes de apoyo y becas

Señora futura Presidenta, si usted logra revertir estas cifras, no solo estará respetando y haciendo respetar el derecho del 100% de sus gobernados, sino que impartirá justicia a un sector olvidado de la población. 

En México se sigue tomando a la discapacidad como la singularidad de un cuerpo, como la singularidad de una existencia y no se ha logrado en ningún sexenio avanzar en modificar las condiciones de la sociedad, las estructurales (la accesibilidad), las actitudes de las demás personas y a las posiciones sociales donde se los ubica: siempre por debajo de quienes no tienen discapacidad. 

La discapacidad en los gobiernos que la precedieron era vista sólo en el rubro de ‘gastos’ para la entrega de pensiones contributivas y no contributivas. La discapacidad en la política era un voto cuando se necesitaba, un discurso de buena voluntad pero pocas veces formó parte intrínseca de todas las decisiones en todos los niveles de la administración pública. La discapacidad en la educación era sólo un problema a resolver por algunos maestros, una particularidad que rompe la tan cómoda y dañina homogeneidad escolar. La discapacidad en la salud era un gasto superior, una condición despreciada por los sistemas privados y un tema a evitar por los seguros. La discapacidad en las ciudades era una complicación y la accesibilidad una quimera, cuando debería ser una condición imperativa para el completo funcionamiento de una sociedad que merece estar completa. 

Señora futura Presidenta: las personas con discapacidad en el país que usted gobernará no son vulnerables sino que sus derechos son y han sido vulnerados. 

Le pido que gobierne para todos y todas… para el 100%. 

*Esta carta forma parte del libro PRESIDENTA, más de 100 mujeres te escriben, coordinado por Yuriria Sierra (Editorial Océano).
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@ba_anderson

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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