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Por Edmée Pardo

La lectura, ya lo hemos dicho, es una interpretación de lo escrito. Enunciar sin comprender no es leer.  También sabemos que existen muchos tipos de lenguajes y nomenclaturas: el lenguaje de palabras, el lenguaje musical, el matemático, el químico, el de la danza, cada uno con su código de sentido, su fraseo…  Y en un arte maravilloso, elástico y sintético del software de Word, todos pueden meterse en un bonito Excel.  Una tabla de columnas y filas que facilita el acomodo de los datos y la información. Un sumario que a golpe de vista se puede decodificar y explicar. Ajá.

Te mando el Excel que hice, me dice una amiga con quien hago la planeación estratégica de un curso. Abro el archivo y veo cuadritos, colores, números en bold, abreviaturas, todo muy bonito y ordenado. Pronuncio en voz alta cifras y letras: no entiendo. Me sorprende no entender porque según yo, sí hablo Excel. O eso creo. Ahora que lo escribo, cuando mi mamá murió, entregué a mis hermanos las últimas cuentas de su dinero.  Manejaba yo su cuenta bancaria y saldados los gastos debía repartir lo restante.  Separé las hojas por tema y luego hice una cuenta final. Me tardé, lo revisé y revisé. Cuando mis hermanos lo abrieron me dijeron lo mismo ¿Nos lo explicas? Como nunca he trabajado en empresa comprendí que no era un Excel con formato ejecutivo, pero ¿No era clarísimo?  Nos enviamos un whatsapp para hacer un zoom para dilucidar el contenido.  Me ha sucedido, también, que la contadora de la universidad donde trabajo me manda un Excel para informar la contabilidad de mi salario. Lo mismo: rayas amarillas, números, porcentajes. Necesitamos una llamada telefónica para que yo sepa cuál es la lógica de su acomodo y fórmulas.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.