Prólogo a los decibeles

Espero que este contaminante – el ruido, ese mal invisible- aparezca en las agendas que se preparan este año.

Prólogo a los decibeles
Jimena de Gortari

Por Jimena de Gortari

“No nos acostumbramos al suplicio de vivir con el obsesivo y repiqueteante ruido; es más, llegamos a ser supersensitivos a otros ruidos”.  

Siento ​que he escrito esta columna varias veces, la queja permanente de las fuentes ruidosas, el por qué nos afectan y el cómo hacer algo. Cada año inicia igual: un primero de enero silencioso –todos recuperándose del cambio de calendario- pero después de ese día todo parece volver a “la normalidad” o lo que nos han hecho creer que significa vivir en la Ciudad de México. A las 4:45 horas en el sur se escucha el primer avión, aparece la primera pipa de agua, se instala el “viene-viene” silba, echa porras e insulta a los impacientes … una ciudad que despierta y que lo hace sonoramente – lo del ruido de los aviones es una lucha en la que seguimos-.