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Por Mónica Hernández

Es proverbial, es reconocida y alabada en todo el mundo y no se cuestiona: el mexicano es amable. Muy amable. ¿Qué significa ser amable? Digno de ser amado, según la definición de diccionario. Amabilidad para nosotros se refiere más que a la posibilidad o dignidad de ser amados, a la cordialidad, a la cortesía, a la gentileza. ¿Somos amables los mexicanos? Si porque nos consideramos dignos de que nos quieran y además, somos requetecorteses. Hasta las náuseas. Ni Octavio Paz supo descubrir si era por las raíces indígenas, por las españolas o por la maldita combinación.

Lo que no saben los extranjeros es que en realidad un mexicano no sabe decir nunca que no. Que no puede, que no quiere, que no sabe. Se nos ha inculcado, a través de generaciones, que ofrecer una negativa como respuesta “es de mala educación”. Cuando más bien debiera ser lo contrario. Hacer parecer que sabemos todo es de una prepotencia inaceptable. Así nos va.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.