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Hace unos días platicábamos con una amiga de la infancia que pedía un consejo, pues su marido se había ido y como “jamás la había dejado trabajar”, ahora no tenía forma para sostenerse. Es una historia de millones que tienen esa misma descripción, con la distinción, quizás, de que esta mujer era verdaderamente una de las chicas más brillantes de ese grupo, y no le habían faltado oportunidades de estudiar o de viajar por el mundo. Todos le habían dicho que no se casara tan joven, pero ella, pensando que eso era el amor, hizo lo que quiso en el momento. Hoy, treinta años después, dice que no se imagina haciendo nada distinto, pero las consecuencias no son subjetivas y hay que vivir y sacar adelante a los hijos.  Sin embargo, increíblemente, ella nos contó (y me permitió compartir aquí) que siente una gran esperanza y emoción indescriptible por primera vez desde que tiene memoria. El mundo por fin está abierto.

Les cuento esta historia en el contexto de la liberación de Britney Spears, a quien el viernes por la tarde al fin le dieron el anhelado veredicto de poder tomar sus propias decisiones en la vida al terminar por completo la tutela que su padre sostuvo por más de trece años. Lo hago porque observo que existen todo tipo de prisiones que en esta sociedad se han edificado y que en la gran mayoría de los casos afectan directamente a las mujeres. Y el fenómeno de cultura pop que es Britney Spears tiene demasiadas aristas como para no ser observado de cerca, analizado y aterrizado a quienes somos o tenemos en nuestras vidas. No cabe la menor duda que la tutela que sostuvo el padre de la Princesa del pop no fue una que ella deseara. Pero no es tan distinto a lo que le pasó a mi amiga. Solo que a ella alguien o algo muy profundo en la vida le hizo pensar que tenía que formar cierto tipo de familia y que nada más le brindaría seguridad y felicidad en la vida, la cual dejó en la raya por esa promesa. Una que pareciera quedó en el pasado, pero está más arraigada que nunca en todos los estratos de nuestra sociedad. Y peor aún, una que genera respuestas como una de las mujeres del grupo emitió sin pensarlo dos veces: “pues tú, porque quisiste ser dependiente”, confundiendo claramente su y nuestra batalla por la autonomía con la falta de compasión, de empatía.

Y es que para muchos es difícil entenderlo hasta que ocurre algo extremo, mundial y forzado como fue el caso de Spears. “Ah, chinga”, dijimos cuando empezó a saberse todo lo que pasaba ahí, gracias a los documentales del New York Times y Netflix sobre el control de este hombre sobre su hija de casi cuarenta años, “pues si le pasó a Britney le puede pasar a cualquiera”.

Es cierto y más allá de los temas de salud mental implícitos aquí, hay que ver cómo operó este patriarcado por tanto tiempo. Impune y silenciosamente (mientras que los fans gritaban a todo pulmón). Y la persona en cuestión es posiblemente la mujer más famosa de su generación.

Hace algunas semanas, la autora de los libros originales de Sex & The City, Candace Bushnell, rompió el corazón a muchas diciendo en una entrevista que la serie con la que nos sentimos tan empoderadas en los años noventa  “no era muy feminista”. Tal vez se requería que nos lo recordara la autora original de lo que empezó como una columna en el New York Post, pero qué nivel de razón tuvo al decir encontrar a un hombre generalmente no es una buena decisión económica a largo plazo”.  Pues sí, así visto como plan de negocios, pues como que no.

Así que liberaron a Britney. Ya puede ir al ginecólogo a quitarse su DIU sin que su padre se lo impida. Ya puede usar sus tarjetas de crédito. Mientras tanto, Sex & The City se ha vuelto (igual que la reunión de Friends) un tesoro para la misoginia que no permite que las mujeres cumplan cincuenta años y quieran vivir su vida sin ser juzgadas por cada muestra del paso del tiempo (les digo, fácil no es). Y luego está mi amiga, quien por primera vez en la vida está viendo para adelante con todos los sueños no realizados como cosas que puede tener. Está retomando lo que más amaba hacer de chica y lo empieza a convertir en una profesión. El panorama, lo ve prometedor. Hasta piensa en el amor por primera vez en décadas, libre de todas esas reglas. Así que ella y esas mujeres de la cultura pop, son verdaderamente personajes admirables en tiempos de cinismo total. Todas tenemos nuestra propia versión de nuestro “día de la independencia” ¿O no? El de Britney, por más remoto que parezca, puede servir como catalizador para quien aún no crea que eso es posible. Simplemente recordando que no tenemos que vivir pidiendo permiso de SER.


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