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Por Yohali Reséndiz

Hemos sido testigos que existen en este país hombres y mujeres que utilizan y se sirven del sistema político que termina usándolos a ellos hasta arrancarles su esencia, los adoctrina, les imponen ideologías a conveniencia y olvidan respetar las izquierdas o derechas porque para ellos, lo importante no es la división sino lo que les sirve y les funciona. 

Ahí está el trabajo, -de la mayoría de quienes alcanzan un lugar en la Cámara Alta- es tan imperceptible que pasan por el Senado sin que nadie recuerde sus nombres o sus reformas a menos de que traspasen la línea de señalamiento por corrupción o abuso del poder. 

Últimamente observamos cómo los lugares en el Senado son canjeables.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.